Con los sentidos abiertos
Las carreteras que conducen a Boimorto se pierden entre árboles centenarios y prados enormes. De repente, el tiempo parece tener otra medida. No importa tanto el reloj, y sí la claridad de la que disponga el día, la posición de las nubes o la dirección del viento. Es necesario despojarse de prejuicios, llegar con los sentidos abiertos y desechar cualquier concepto de los festivales musicales que la experiencia haya instalado en nosotros. Los elementos básicos son comunes, sí, pero esto es otra cosa. Porque el verde de los paisajes gallegos, una suerte de naturaleza intacta que se revela como inédita escenografía, traza un itinerario único.
Luz, aquí ‘la de Casal’, es la primera en llegar. Sus botas pisan la hierba con firmeza. Quiere recorrer todo el terreno, ponerse en el lugar de cada uno de los asistentes que en unas horas abarrotarán –entradas agotadas– el recinto, saludar a las decenas de operarios que trabajan como piezas indispensables de un engranaje vertiginoso e ilusionante. Después de ella vendrán Rosendo, Chris Barron, Iván Ferreiro, Christina Rosenvinge, Di Elas, Dover, Luar Na Lubre, Vega y hasta una treintena de nombres que completan el que probablemente es el cartel más heterogéneo de entre todos los festivales españoles.
Ni siquiera el ruido de las obras o el ir y venir de los camiones parecen alterar la calma de la comarca. Uno comprende, entonces, que este festival no llega para alterar su carácter rural, sino para participar de él.
Por Alberto Gómez Almendres
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