El disco más poético de su carrera
Luz publica Vida tóxica, el disco más poético de su carrera
El álbum, que contiene once canciones, saldrá a la venta el 21 de noviembre
Entre los beneficios que posee la música está el de la curación: Luz Casal es el ejemplo personificado. Un cáncer interrumpió la gira de su anterior disco, Sencilla alegría. Ella, empujada quizás por la enloquecida fuerza del desaliento que pregona Ángel González en uno de sus poemas, comenzó a componer, a escribir, a trabajar. Apenas nueve meses después Luz reaparece con Vida tóxica, el disco más poética de su trayectoria. Dos emotivas cartas colgadas en su página web bastaron para explicar la situación a su nutrido grupo de seguidores y tranquilizarlos. Consciente de que su enfermedad la han vivido, la viven y desgraciadamente la vivirán miles de personas, Luz eligió el camino del respeto y del trabajo. Respeto para responder con cariño a todas aquellas personas que le enviaron ánimo y trabajo para forjar un disco complejo y hermoso. Porque Vida tóxica es el ejemplo de la capacidad de Luz no ya de hacer canciones escuchables, sino de crear temas desglosables, que gustan a una primera escucha pero que conforme se van descubriendo adquieren sentidos más amplios. Y, así, este nuevo álbum se convierte en una atrayente amalgama de canciones que, con el tiempo y espacio necesarios, acaban siendo redondas, interesantes y logradas.
En Vida tóxica confluyen varias vertientes que Luz ha ido cuidando a lo largo de los años. Como letrista, bebe de la poesía de forma meritoria, logrando textos de calidad gracias a la exactitud de las palabras escogidas, la adjetivación y el uso de las metáforas. Como músico, tiene la enorme virtud de saber apreciar el equilibrio, importante valor que desemboca en los diferentes ritmos que enriquecen el disco y que refuerzan su versatilidad. Como intérprete, consigue a su antojo acentuar el comienzo, la mitad o el final de una palabra o de un verso creando una atmósfera trágica, tierna o misteriosa según convenga, sin adornos vocales innecesarios.
El primer single, Sé feliz, compuesto por Descemer Bueno, es también el tema que abre el disco; una canción optimista que defiende la felicidad como refugio, como derecho, como destino. Se trata de una pieza difícil de clasificar que se pasea entre el bolero y el blues y que tiene su auge en un precioso arreglo de cuerda. Un comienzo al que le sigue el segundo corte del disco, que tiene por título Bajo tu abrazo. El texto, la historia de una despedida tras años de sumisión, recuerda a otras canciones de Luz en las que interpreta a mujeres fuertes que deciden tomar distancia, como en la célebre No me importa nada. Un estribillo inteligentemente apresurado en comparación con las estrofas, en las que la voz de Luz lo ocupa todo, como si reclamase atención para el mensaje.
18 años es la narración de una fugaz historia de amor entre una mujer madura y un chico que apenas ha cumplido la mayoría de edad. Se trata de una versión de Il venait d’avoir 18 ans, que popularizó la cantante francesa Dalida y que Luz y Pablo Guerrero han adaptado al español. El tema, un nuevo guiño a la música francesa, es transportado al terreno baladista que varias divas de la canción establecieron en los años 70 y en el que Luz se maneja con auténtica maestría. Como contrapunto a 18 años suena Cara y cruz, un corte que enseguida traslada a quien lo escucha a aquella década de los 80 en la que Luz jugaba con nuevos sonidos, ganándose a pulso el título de precursora del rock español; una canción potente, con un texto reivindicativo, que bien podría haber estado en el repertorio de Janis Joplin. Espérame se convierte en una ligera brisa tras el vendaval de Cara y cruz. Se trata de un tema luminoso, amable, sencillo. Prologada por una poderosísima frase, “Llevo tiempo sin el miedo de lo que va a suceder”, Espérame ofrece imágenes bellísimas y es buen ejemplo de una constante en el disco: el uso del presente, bien en los tiempos verbales, bien en adverbios como hoy. El sexto corte del disco, Soy, es una muestra inmejorable de cómo hacer pop de calidad. Un texto interesante, un estribillo pegadizo y estrofas cuidadas. Ritmo y calidad se conjugan para demostrar que hay vida en el pop más allá de los descafeinados grupos superventas con estribillos enlatados. La energía la mantiene Besos al aire, una canción que transpira brío y en la que la vertiente rockera de la cantante se hace más evidente que en otros temas. No es casual que pocos duden de que Luz es la mejor intérprete que el rock de este país ha parido.
Once años han transcurrido desde que Luz grabó la desgarrada Besaré el suelo, de Carlos Goñi. Lo mejor, octavo corte de Vida tóxica, materializa la segunda colaboración entre el líder de Revólver y Luz y describe la capacidad de alguien para ordenar el mundo de otra persona con su sola presencia. Un texto logrado y repleto de detalles a los que Luz sabe sacar partido de forma extraordinaria en una atmósfera pop que precede a Regalé, una de las letras más poéticas del disco. El aire blues e íntimo que envuelve el tema permite a Luz adquirir matices sublimes en su garganta: no en vano el momento en el que entona “no di paz sin perdón” se convierte en uno de los más mágicos del disco. Crece el caudal arranca con una melodía tan dulce como el texto que la acompaña para llegar a una leve y agradable explosión instrumental. Luz finaliza la canción pregonando que ya nunca más será un animal vencido, justo antes del último corte del disco. Sueños raros remata el álbum y no podía ser de otra forma: es una canción extrañamente bella en la que la voz de Luz suena como lo hace el susurro de quien cuenta una historia ilusoria a un niño en mitad de la noche.
Luz lleva en este Vida tóxica a la canciones a territorios suficientemente anchos como para que fluyan con la misma naturalidad con la que lo hacen sus sensaciones y sus necesidades de expresión. Inquietudes, melodías y letras que conectan con nuestra más recóndita intimidad y que te sorprenden con la lágrima a punto, el pellizco en el estómago, la mano sobre el escritorio siguiendo el ritmo de la batería. Y es entonces cuando se produce el milagro de la música.
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